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Para usted, señor Galeano

Este es un mundo que te domestica para que desconfies del projimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa.

Cada promesa es una amenaza; cada pérdida un encuentro. De los miedos nacen los corajes, y de las dudas las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios otra razón. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día.

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Mientras escribo estas líneas me encuentro en un auto, viajando hacia una capital europea, con un señor ingles manejando. Señor que también habla francés. A mi derecha un chico de unos 7, 8 años, junto a su madre de origen islámico (al momento de entrar en esta gran ciudad de elite, el nene se sorprende por cierto monumento que se ve desde la autopista. Nunca había visto una torre semejante. Dejó de mascar chicle con la boca abierta y de molestar con una pelota diminuta. Solo se concentró en mirar. Que suerte la de él de poder conocer esta ciudad siendo tan joven). Adelante, como acompañante, una señora que, estoy casi seguro, tiene origen francés y que me cuenta que Istambul tiene un tremendo lío de tráfico.

Para explicar como termine en este auto basta mencionar a Bla Bla Car. Una plataforma web en donde la gente que viaja de un punto A a un punto B en auto publica sus viajes y cuantos asientos libres tiene. Entonces uno los contacta, pactan un precio por el viaje (mucho menor a viajar en tren, avión y hasta en bus) y listo.

Es muy interesante ver como se juntan culturas en un espacio tan chico. Como se juntan historias de vida, pasados, presentes y fuutros. Cada uno tendrá en sus espaldas una historia que contar. Todos se juntan por unas horas para compartir un mismo presente, una misma ciudad de destino. Y esas mismas personas, al bajarse del auto, emprenderán un futuro que puede, o no, unirlos más adelante.

Que lindo es poder confiar. Que lindo es aprender a confiar, mejor dicho. Se hibernan ciertas alarmas internas y uno pone esa fuerza en apreciar otras cosas del mundo. Puede ver la bondad, la honestidad, la solidaridad, el compañerismo, el carisma. Siempre habrá que dejar esas alarmas hibernando, nunca apagarlas. Uno nunca sabe, es cierto. Pero mientras más se avanza por este camino, mayor certeza hay que esa hibernación sea larga y efectiva.

Mientras viajo en este auto por las rutas de este hermoso país, pienso en lo que se me viene dentro de unos días. Asia y su (impactante) tamaño. Su cultura, sus costumbres, sus signos y sus símbolos. Sus personas, sus historias, sus vidas. Estoy dispuesto a implementar la confianza (una vez mas) como pilar de esta etapa de mi vida. Confiar en las personas, su solidaridad y su honestidad. Se que es la manera. Y quiero apostar todo a que Asia me va a corroborar mi teoría. Internamente siento que es la mejor manera de encarar esto. Lo se. Estoy convencido. Mucha gente me pregunta cuanto tiempo voy a recorrer Asia. Y a ninguno puedo responderle. Básicamente porque el tiempo no es una variable en esta etapa de mi viaje. Asia sabrá cuando despedirme.

Mientras viajo en este auto, cae el sol y en Buenos Aires la gente recién termina de almorzar. Pero allá y acá sabemos algo que marcó este día. Hoy falleció Eduardo Galeano, el autor de las frases que encabeza este texto. Entonces, señor Galeano, dejeme decirle que tiene razón en esas lineas que escribió (bueno, en realidad las tiene en todas las palabras que supo redactar). Dejeme decirle que pocas personas supieron plasmar la realidad de un continente en un libro como usted lo ha hecho. Dejeme decirle que fue, es y será fuente de inspiración para muchísimos. Y dejeme decirle que cuando releo sus palabras, me asusta ver que bien plasma mi realidad. Como intenté contarle en este texto, mis delirios son mi razón y mis sueños mi realidad. Y aunque tenga razón en su frase, voy a hacer hasta lo imposible para que nos vean como promesas y no como amenazas.

Mientas tanto, y este donde este, que sea feliz señor Galeano.

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