Me había olvidado que yo había cambiado, y que eso, automáticamente, cambia la ecuación de mi viaje. Me pensé, a la hora de volver a viajar, como aquel de hace un par de años, volviendo de vaya a saber que destino. Me pensé como si fuera el mismo. Me olvidé que el tiempo pasa, para todos. Y que ese nuevo (y viejo) choque entre el viaje y mi persona iba a tener que darse en medio de un descubrimiento de un nuevo yo. Con las posibles oportunidades, y miedos, que eso pueda traer.
Me encontré con nuevas herramientas. Me encontré como aquel jugador de futbol que, ya consciente que su cuerpo no puede ir a la velocidad de los más jóvenes, piensa un puñado de segundos ante cada momento que se le sucede, ese puñado justo para no caer en un contraproducente bucle sin salida, pero ese puñado justo para saber, exactamente, donde pararse, y que pase dar.
Volví a viajar y entendí que viajar no es solo un estilo de vida sino que es algo que me realiza. Que me potencia. Que me permite cambiar. No quiero abandonar mi vida de ahora, solo quiero potenciarla con momentos que me hagan crecer. Un viaje, o lo que sea. Una semana, un mes o setenta y nueve días. El tiempo, hoy, no es lo que me marca un gran viaje. Un gran viaje, hoy, me lo marca como me paro frente a la ruta. Y bievenido sea.
Una respuesta
Felicitaciones, empecé a seguirte y escucharte dos años atrás con pandemia y en Dinamarca. Hoy en Australia me gustaría seguir escuchándote, nuevo podcast? Radio? Que venga ese chivo.