[br]Los viajes son como una banda. ¿Muy rebuscado? Espera. No te vayas. Dejame ponerte en contexto. En una banda nos encontramos con todos los personajes. Esta el del violín. Extrovertido. Diferente. Con movimientos estrambóticos que llaman la atención y generan empatía. Esta el del bajo. Oculto. Tímido. Sin ganas de aparecer. Esta el de la percusión. Liderando los movimientos en el centro de la escena. Esta el que canta, abriéndose ante un público desconocido, animándose a ser juzgado por propios y extraños. Esta el de la batería, sumergido en su propio mundo, pegándole a los discos hasta que sus manos sangren, como quien quiere sacar de su sistema toda la bronca contenida de la semana. ¿Va tomando forma?
[br]Es que se necesita un equilibrio, ¿no? No solo en los viajes. En la vida. A veces nos toca ser el del violín. Queremos mostrarles al mundo lo afortunado que somos. No tenemos miedo a las etiquetas y estamos tan convencidos de lo que hacemos, que nuestro cuerpo y alma fluyen en una misma sintonía. Somos energía. Somos una onda que contagia buenas vibras. Agarramos el bajo, queriendo pasar desapercibidos. Nunca dejamos de amar lo que hacemos, pero simplemente no encontramos las ganas de exteriorizarlo. Nos conformamos con saberlo nosotros mismos. Somos también el que canta y no nos permitimos que nos tiemble la voz en momentos de definición. Tocamos la batería para olvidarnos de nuestro corazón roto y nos hacemos cargo de la percusión, para que nuestro cuerpo fluya en una misma nota musical. [br]
[br]En este juego de roles que se llama viajar, vamos adoptando el personaje que mejor nos cuadra para el momento determinado. Hoy, viajamos lento. No tenemos apuro. Ni nos interesa tenerlo. Elegimos calidad antes que cantidad. No nos dejamos llevar por lo que se debe hacer, sino que preferimos escuchar lo que queremos hacer. ¿Quién dijo que la mezquita principal de la ciudad es lo que define nuestra estadía? ¿Por qué nos olvidamos de hablar con la gente? ¿Por qué no nos dedicamos a perdernos y a encontrar el mejor café del barrio? ¿Alguna vez experimentaste el encanto de sentarte en una plaza, rodeado de locales? Las texturas del edificio que esta a la vuelta de la esquina esconde más historias que ese mercado lleno de voces anglosajonas sin interés en conocer la historia de las calles que caminan.[br]
[br]Viajamos lento porque, hoy, creemos es el rol que mejor se adapta a nuestro momento de la vida. Lo disfrutamos. Mi cuerpo se mueve al ritmo del cajón peruano cuando la banda del barrio toca un Domingo a la noche. Sufro con la gente local cuando su equipo pierde 3-0 en menos de media hora de juego. Juego a buscar el bar más escondido del lugar y pedir el plato más típico de su ¿menú? Si no me gusta, volveré mañana y pediré otro. Me pierdo en las conversaciones que tienen los vecinos, intentando adivinar lo que querrán decir, midiendo como aumenta, o baja su tono de voz. Mis ojos me piden a gritos ver como esta construida la ciudad y jugar a encontrar un patrón. O a no encontrarlo. Quiero ser. Y no estar.[br]
[br]El barbudo del violín toca hasta que las manos se acalambran y nosotros, mirándolo a unos metros, lo aplaudimos sin cesar. Pensamos que, algun día, querríamos ser como él, mostrando con amor nuestra pasión. Entendemos que, alguna vez, vamos a tener que tocar el bajo y a aprender como suena el cajón peruano. Es que en este juego de energías, necesitamos tender al equilibrio.[br]
[br]Una Vuelta por el Universo. Una serie de relatos espontáneos e impensados. Energías, vibras y roles.[br]